Las dietas milagro no existen


Las dietas milagro continúan apareciendo en revistas, periódicos, internet, radio, televisión…. Se oyen nombres tan comunes como “la dieta de la alcachofa” y tan pintorescos como “dieta para perder volumen” o “dieta del buen humor”. Resulta muy difícil frenar este bombardeo constante de publicidad y terminar con el engaño de estas dietas, que prometen resultados muy rápidos y fáciles de conseguir, pero que realmente son perjudiciales para la salud de quien desea perder peso, por sus métodos drásticos, el consecuente efecto yo-yo (una vez se abandona la dieta en cuestión,  se recupera el peso perdido o incluso más), y sus múltiples carencias nutricionales que provocan efectos nefastos para la salud.
Son muchas las personas que a lo largo de su vida se aventuran a realizar una dieta para quitar esos quilos de más, pero para ello, en vez de acudir a un especialista, se embarcan en dietas sin sentido y a veces hasta peligrosas. Vamos a destacar los errores de los principales tipos de dietas milagro:

Dietas de un solo alimento

En estas dietas se fomenta el consumo de un alimento concreto, que en general da nombre a la dieta, atribuyéndole propiedades beneficiosas y exclusivas del alimento. Son monótonas y nada atrayentes, no tienen una base científica que demuestre sus beneficios y están totalmente desequilibradas debido a sus grandes carencias. Pueden producir trastornos digestivos y psíquicos, ya que rompen el ritmo alimentario normal.
Producen una rápida pérdida de líquidos, que resulta engañosa porque al abandonarla se recupera el peso con facilidad… Dieta de la alcachofa, la piña o la sandía…


Dietas restrictivas

Se trata de dietas cuyo aporte calórico no supera ni las 800 kcal diarias. Con dicho aporte resulta muy difícil confeccionar una dieta, con alimentos comunes, que no tenga carencias nutricionales por lo que si se alargan en el tiempo pueden ser muy perjudiciales para la salud pudiendo provocar  a medio plazo: alteraciones gastrointestinales, malestar general, mareos, intolerancia al frío, sequedad de la piel, pérdida de cabellos, contracturas musculares, amenorrea en mujeres, insomnio, ansiedad, irritabilidad y depresión.

Dietas disociadas

Estas dietas defienden que no se mezclen en una misma comida Hidratos de carbono con proteínas, o lípidos (grasas) con proteínas. Según sus defensores el cuerpo no asimila los nutrientes si se toman por separado. ¿Cómo se eliminan las proteínas de unos cereales? En los cereales predominan los hidratos de carbono, pero también ciertas proteínas que precisamente los celiacos conocerán bien, puesto que son las causantes de la intolerancia al gluten. La realidad es que no existen alimentos que contengan un único principio inmediato o nutriente (solo proteínas, solo grasas o solo hidratos de carbono) por lo que esta teoría se desmorona.
El salmón por ejemplo, contiene 20g de proteínas y unos 10 de grasa por cada 100g de alimento.


Dieta hiperprotéica

Se caracteriza por un alto consumo de Proteínas. Este tipo de dietas en las que la fuente de energía fundamental del organismo (los hidratos de carbono, glucosa) brilla por su ausencia provoca que el cuerpo necesite generar esa energía por otros medios. Grasas y proteínas serán la fuente de energía, pero… las grasas se queman de forma eficaz si se utilizan al mismo tiempo que los hidratos de carbono, y las proteínas se transformarán en músculos y tejidos si el cuerpo las requiere o en grasas si no son necesarias.
Debido a la ausencia de hidratos de carbono se pierde proteína muscular e incluso proteína visceral, puesto que el organismo la emplea como fuente de energía. Se produce un exceso de acetona, al utilizar las grasas como energía con el fin de evitar la degradación de proteína muscular y visceral. Esta cetosis producirá halitosis (mal aliento), pérdida de apetito y sensación de náuseas.
Además, estos regímenes provocan una gran pérdida de líquidos y electrolitos, lo que favorece la deshidratación  y la aparición de estreñimiento por su escaso aporte de fibra.

Dietas ricas en carbohidratos

Este tipo de dietas limitan los alimentos ricos en proteínas (lácteos, carnes, pescados, huevos y sus derivados) y grasas (aceites, mantequilla, margarina, etc.) por lo que hay riesgo de carencia de ácidos grasos esenciales, vitaminas liposolubles y proteínas. El aporte excesivo de fibra disminuye la absorción de nutrientes, y al mismo tiempo, puede provocar trastornos intestinales como diarreas, cólicos abdominales y flatulencia.
Las dietas de bajo aporte calórico, si además son bajas en proteínas y grasas, pueden provocar una pérdida de peso degradando la masa muscular y la proteína visceral.


Conclusión

El principal riesgo de estas dietas es que prometen resultados rápidos pero a expensas de la salud de quienes la siguen, consecuencia de una reducción excesiva de las calorías ingeridas o bien de desequilibrios orgánicos que se originan al emplear alimentos en cantidad y calidad errónea. Esto provoca déficits importantes en la dieta que terminan pasando factura: perdida de líquidos y electrolitos, reservas de glucógeno, proteínas corporales, y en un menor porcentaje grasa, que es precisamente lo que se debe perder cuando realizamos una dieta.
Las dietas milagro no logran una pérdida de peso que se mantenga a largo plazo ya que además de ser peligrosas para la salud, no enseñan buenos hábitos alimenticios para no volver a recuperar ese peso.
Lo más recomendado es efectuar cinco comidas diarias, siendo el desayuno y la hora de comer las más fuertes. El resto, el almuerzo, la merienda y la cena deben ser más ligeras. Hay que comer de todo en la cantidad justa, aportando productos frescos y tratando de que sea lo más equilibrada posible, acompañándola siempre de una práctica regular de ejercicio.

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